Durante el día tenemos que tomar constantemente decisiones. La mayoría
de ellas las escogemos sin pensar, de forma automática. Nos levantamos,
nos aseamos, vestimos, andamos, desayunamos, trabajamos, saludamos,
hacemos todo después de haber decidido qué hacer, o qué comer, qué decir
o a quién saludar. Tomar decisiones es un proceso mediante el cual
seleccionamos entre diferentes alternativas con el objetivo de solventar
las distintas situaciones que se presentan en nuestras vidas, sea a
nivel familiar, laboral o sentimental.
También tomamos decisiones que deben ser pensadas y analizadas antes de hacerlo. No deben ser automáticas ni habituales. Nos referimos a entornos en nuestras vidas cuando enfrentamos algún dilema, problema, situación importante o cuando están en juego nuestros intereses.
Para lograr una decisión pensada es importante conocer y entender el escenario o problema que nos afecte. Debemos comprender y analizar las consecuencias de las distintas decisiones que podamos tomar, porque una buena o incorrecta resolución tendrá seguramente resultados positivos o negativos para nosotros.
Cuando se nos presente un dilema donde tengamos que optar por una o varias alternativas lo primero que tenemos que tomar en cuenta es estudiar los posibles resultados de nuestra opción. Piense y pregúntese: Si escoge la opción uno, qué cree usted que va a pasar, cómo lo va a afectar. Si escoge otra opción, cómo le ayudaría o perjudicaría. Considere sus objetivos y reflexione cuál sería la mejor alternativa para alcanzar sus metas.
No se deje llevar por sus emociones, use la razón. Cada decisión debe contemplar que su resultado se aproxime más a sus objetivos que a sus complacencias, aunque a veces no le guste lo que decida.
En circunstancias no tenemos que tomar decisiones porque delegamos en terceros para que lo hagan por nosotros, como es el caso cuando elegimos a un gobernador o autoridad para que solvente los problemas de nuestra comunidad o sociedad, pero no ignoremos que cuando vamos al proceso electoral tenemos que tomar la decisión de por quién votar. En estos casos, apliquemos el mismo modelo: No dejarnos llevar por la emoción y analizar quién sería la mejor candidatura y cuál la mejor oferta electoral en concordancia a nuestros objetivos e intereses. Quién nos conviene y ofrece más acorde a lo que nosotros queremos lograr como personas, como familias y cómo país. Nunca votemos en contra de nadie, votemos a favor de nuestros propios intereses como ciudadanos y como sociedad, y recordemos que la peor decisión es la que no se toma.
También tomamos decisiones que deben ser pensadas y analizadas antes de hacerlo. No deben ser automáticas ni habituales. Nos referimos a entornos en nuestras vidas cuando enfrentamos algún dilema, problema, situación importante o cuando están en juego nuestros intereses.
Para lograr una decisión pensada es importante conocer y entender el escenario o problema que nos afecte. Debemos comprender y analizar las consecuencias de las distintas decisiones que podamos tomar, porque una buena o incorrecta resolución tendrá seguramente resultados positivos o negativos para nosotros.
Cuando se nos presente un dilema donde tengamos que optar por una o varias alternativas lo primero que tenemos que tomar en cuenta es estudiar los posibles resultados de nuestra opción. Piense y pregúntese: Si escoge la opción uno, qué cree usted que va a pasar, cómo lo va a afectar. Si escoge otra opción, cómo le ayudaría o perjudicaría. Considere sus objetivos y reflexione cuál sería la mejor alternativa para alcanzar sus metas.
No se deje llevar por sus emociones, use la razón. Cada decisión debe contemplar que su resultado se aproxime más a sus objetivos que a sus complacencias, aunque a veces no le guste lo que decida.
En circunstancias no tenemos que tomar decisiones porque delegamos en terceros para que lo hagan por nosotros, como es el caso cuando elegimos a un gobernador o autoridad para que solvente los problemas de nuestra comunidad o sociedad, pero no ignoremos que cuando vamos al proceso electoral tenemos que tomar la decisión de por quién votar. En estos casos, apliquemos el mismo modelo: No dejarnos llevar por la emoción y analizar quién sería la mejor candidatura y cuál la mejor oferta electoral en concordancia a nuestros objetivos e intereses. Quién nos conviene y ofrece más acorde a lo que nosotros queremos lograr como personas, como familias y cómo país. Nunca votemos en contra de nadie, votemos a favor de nuestros propios intereses como ciudadanos y como sociedad, y recordemos que la peor decisión es la que no se toma.
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